El horizonte de los dilemas humanos siempre se define por una elección entre lo conocido y lo desconocido, entre la certeza que nos ha sostenido y la incertidumbre que nos seduce.
Veinticinco años son más que un tramo laboral, son una narrativa personal. En cada rincón de mi trayectoria, hay vestigios de mis mejores y peores días, ecos de risas compartidas y de silencios llenos de tensiones.
Mi carrera no es solo lo que hago, sino lo que soy cuando lo hago.
Una puerta entreabierta deja entrever un paisaje nuevo. La propuesta tiene algo de promesa y algo de amenaza, como todo lo que se aproxima desde lo inexplorado.
Es un salto hacia adelante o un adiós prematuro? Se puede romper un vínculo que se ha tejido con tanto detalle, sin despojarse de una parte esencial de uno mismo?
Esta encrucijada no se decide con números, dinero ni proyecciones. Se trata de enfrentarse a una pregunta que la cotidianidad suele esquivar: hasta qué punto somos leales a nosotros mismos y no a nuestras costumbres? Es más valiente sostener lo construido o dejarlo atrás en nombre de lo que podría ser?
Y, en el fondo, quizás la verdadera pregunta no sea qué camino tomar, sino si estoy listo para vivir con la elección que decida.
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